12.28.2008

La Raíz

Los sueños algunas veces pueden llegar a ser reveladores, y el que tuve aquella tarde de diciembre fue doloroso y revelador. Me había quedado dormida al mediodía en el amplio sillón del salón mientras veía el televisor. Me debía varias horas de sueño y estaba ansiosa por recuperarlas al fin. Me dormí al instante, siempre pasa cuando no hay preocupaciones ni pendientes, cuando siento que todo va bien, de lo contrario, me ataca el insomnio.

Las imágenes en mis sueño empezaron de forma muy clara, era como una película de acción que yo protagonizaba donde debía tomar las decisiones correctas y hacer los movimientos corporales exactos para llegar a un final heroico, y lo estaba haciendo de maravilla, pero había algo en común en cada escena: mi madre estaba ahí observándome con ojos vigilantes y acusadores, de forma inexpresiva reprobaba cada uno de mis actos. Empecé a sentirme incómoda e insegura, cometí torpezas y terminé por alejarme de los demás personajes, a pesar de que parecían necesitarme para seguir existiendo. Me escondí entre automóviles planeando robar uno de ellos, el de mi propia madre, para salir huyendo. Ella me descubrió y me avergonzó frente a un montón de gente que se había acercado con curiosidad a ver lo que pasaba.

La imagen fue sustituida por una mujer que tenía la cabeza entre sus piernas, las que fuertemente abrazaba, en un estado vulnerable y desolador. Era yo, y trataba de encogerme en esa silla de plástico naranja de una sucia terminal de autobuses donde había mucha gente esperando sentada, o caminando en alguna dirección. Con los ojos cerrados recordé a mi madre que desde la infancia hasta mi edad adulta me decía cómo vestir, cómo comportarme en público, que me parara derechita, que ocultara mis prominentes pechos con sostén ortopédico, que no me pusiera lápiz labial rojo, que no dijera malas palabras, que el vestido aquel que me gustaba tanto se me veía muy mal, que si mi prima parecía modelo y yo era una desgarbada, que confesara frente al cristo si era virgen o no, que si que iba a pensar la gente si hacía esto o lo otro, que no hiciera el ridículo, que mejor no llamara la atención.

Ahí sentada junto a una maleta pequeña de tela, negra y vieja, y con destino desconocido, se me fue formando un nudo en la garganta cada vez más grande, llorar parecía inevitable entre tanta gente que parecía distraída en sus propios asuntos, leyendo el periódico, revisando sus cosas, platicando con quien tenían a su lado, pero que en realidad estaba secretamente a la expectativa de mis actos. Esperaban pacientemente con deseo morboso a que llorara, y no sería un llanto silencioso, no, el nudo en la garganta cada vez mas grande y doloroso encontraría alivio sólo con alaridos desgarradores de profundo sufrimiento acumulado. Abrí la boca, sentí el aire llenando mis pulmones, iba a empezar a llorar escandalosamente, algunos me verían atónitos, algunas señoras se acercaría a consolarme para sentirse bien consigo mismas.

Desperté en mi sillón… el nudo estaba ahí, mi boca abierta y mis pulmones demandando desesperadamente exhalar todo ese aire. Un ataque de ansiedad vino en vez del llanto, esa respiración entrecortada y agitada duró unos segundos hasta que recordé el sueño que había tenido. Sintiéndome agradecida por la privacidad, lloré como no recuerdo nunca haberlo hecho, las lágrimas corrían con una rapidez irreal.

A continuación, sentí toda una geografía de emociones. Fui al baño y en el espejo observé el reflejo de una mujer desconocida con el rostro surcado por un caminito irregular de rimel Chanel. Sentí que debía dispararle con la secadora de cabello que estaba sobre el lavabo, por la mirada perdida, deduzco que estaba bien dispuesta a morir. Le disparé, pero la mujer seguía ahí, tomó un kleenex y se limpió descuidadamente la cara.

Regresé al sillón para continuar analizando el sueño mientras las lágrimas seguían rodando. Sabía que significaba, era ella la raíz, ¿había llegado a la razón de mi fobia social, finalmente? No recuerdo haber leído en mis varios libros de psicología que encontrar la raíz de una fobia era igual que encontrar la cura. La cura para las fobias consiste muchas veces en la exposición, y aunque la relación actual no es mala, no estoy segura de querer repetir la convivencia con mi madre. Sin embargo, sentí un alivio cálido y estremecedor, y sonreí mientras aún lloraba, ¿alguno de ustedes ha sonreído y llorado al mismo tiempo? Provoca una sensación liberadora, como si el alma se saliera un poquito del cuerpo.

6 comentarios:

Anonymous said...

Orale!!! ya tiene mucho pero mucho tiempo en el que no recuerdo lo que sueño.

Muy buen post y felicidades por el blog. :-)

en cuanto a la pregunta que planteas al final de tu post ¿alguno de ustedes ha sonreído y llorado al mismo tiempo?. Nunca me ha pasado y ya hasta perdí la cuenta de cuando fue la ultima vez que llore y aun que creo que ya me hace falta. ;-)

Saludos.

Andrea Esquivel aka Oza said...

WoW!!!! O_o' quedé sin habla luego de leer tu post... sencillamente exquisito!!!!

Deberías hacer un libro!!! :)

Karina Velazquez said...

Me gustó, muy buen post. Es admirable que puedas analizarte tan bien, con tanta honestidad.

Bien por el primer post 'largo' :) Saludos.

@karyva

Desordenes Personales said...

Gracias por tu comentario JainuX, yo tampoco recuerdo mis sueños con frecuencia, esta fue una excepción.

Desordenes Personales said...

Gracias por leer mi primer post Oza, me da mucho gusto que te guste. En cuanto a lo de escribir un libro... tendría que regalarlos porque dudo que alguien pagara por ellos jaja. :)

Desordenes Personales said...

kary.journalist, gracias por leerme y darme tus opiniones, has sido de gran ayuda desde el momento que te conocí y aprecio tus palabras.

 

Free Blog Counter