1.25.2009

Un domingo en el Coffee Shop

No es la primera vez que alguien desconocido se acerca con intenciones de charlar, pero siempre encuentro la manera de que las conversaciones sean inertes y sin contenido, de esa manera aseguro su máxima brevedad. Esta vez no logré mi cometido, pero lo que en principio fue una clara manifestación de mi fobia social, se convirtió luego en algo agradable, y sorpresivamente, más que eso….

Estaba absorta en mi lectura, instalada con mi café latte en el Coffee Shop al que voy siempre, subrayando lo que creía importante y haciendo anotaciones en el libro que tenía en mis manos. Creo que no existe manera de aprovechar la lectura de un libro sin masacrarlo irrespetuosamente, considero que el libro no tiene ningún valor real hasta que se delineó y se escribió en él. Hace años tengo esta excéntrica creencia de que el solo hecho de comprar y dar lectura a un libro no hace el libro mío, si lo compro y leo soy su dueña, pero la única manera de poseerlo es uniéndome en conversación con el autor con mi propia contribución en lápiz.

Pero hablábamos de Joe, concentrémonos en este encuentro que fue tan significativo y a la vez tan fugaz. Talvez me voy “por las ramas” porque hay una parte de mi razonamiento que se niega a compartir el momento para hacerlo solo mío, pero la otra parte quiere escribirlo, esa es la parte que ganó hoy, aunque la otra haga sus protestas. Ya me estoy saliendo otra vez del tema…. El se acercó, y mi censor de alerta que he desarrollado para detectar a los humanos se manifestó de inmediato.

Y sucedió lo de siempre: mis músculos se tensaron, apreté los dientes lo suficiente para sentir una rigidez dolorosa en la mandíbula y mi corazón dio un salto. Mi estrés, que presenta cualquiera con fobia social, tuvo un clímax cuando no solamente se acercó lo suficiente como para saber que el intercambio de palabras era ya inevitable, sino cuando puso su mano en la mesa, semicerrada, y muy cerca de la mía. Era ya imposible sostener la mirada en el libro, fingiendo que ignoraba su existencia.

Era un hombre al que consideré atractivo, rubio de ojos azules de unos cuarenta años, o tal vez un poco más, tenia una barba de algunos días y el cabello un poco largo, con un aire de intelectual relajado y de sonrisa amigable, la conversación, la debo traducir, fue más o menos así:

-Dicen las señoritas del café que no pueden aceptar la clase de propina que les dejaste, pero agradecen tu generosidad, ¿Quién regala su carro en estos días? – abrió su mano, con las llaves de mi jeep en ella, y esperó a que las tomara. Tomé las llaves y toqué su mano levemente, sentí la incomodidad y dolor del innecesario contacto. Lamenté mi torpeza por el olvido de las llaves en el mostrador mientras ordenaba el café.

- Gracias, pero al darme cuenta que no tenía mis llaves hubiera ido a preguntar por ellas a la cajera, no era necesario que te molestaras –Con esto se alejaría de mi de inmediato, la arrogancia y rudeza siempre funcionaban a mi favor. En cambio, me miró intrigado y curioso, seguía con esa sonrisa en su rostro.

- Y además hubiera sido divertido verte preocupada y confundida por las llaves mientras me tomaba mi mocha, desafortunadamente no pensé en ese entretenimiento gratuito, y ahora es demasiado tarde. –amplió su sonrisa, yo a mi vez sonreí, inevitablemente. Mis músculos se relajaron un poco.

Me dijo que su nombre era Joe, que era diseñador freelance de páginas Web, y que su negocio estaba muy cerca, me presenté y no hubo más remedio que seguir conversando, y de repente éramos él y yo, ni siquiera me incomodaban ya las miradas curiosas de las dos empleadas del café. Hablamos de todo y nada a la vez, me hizo reír y él parecía muy complacido con la conversación. Hubo un segundo, tal vez un par de segundos, en que hubo una conexión de miradas muy intensas entre los dos, habíamos interrumpido la conversación, y fue algo bastante extraño y desconocido para mí, es tal vez a lo que le llaman ¿amor a primera vista? Fui yo la que recuperé la charla, la que duró un poco más, pero empecé a sentir una ansiedad que era diferente a la que tuve al acercarse él.

Joe dijo que me había visto antes ahí antes, yo no recuerdo haberlo visto, lo que es lógico cuando evito ver a los demás todo el tiempo. Dijo que seguramente nos volveríamos a ver, que siempre iba por café a esa hora los fines de semana. Sabía que Joe era el tipo de persona positiva y divertida que necesita toda persona neurótica como yo, alguien que me sostendría fuertemente las manos a la espalda antes de cometer una atrocidad contra mi misma. Y sabía también que yo era la persona que él menos necesitaba en su tranquilo y centrado mundo.

Joe me dio su tarjeta de presentación y se despidió mientras yo doblaba y desdoblaba nerviosamente mi libro. Lo observé alejarse en su silla de ruedas mientras me preguntaba que diablos acababa de suceder.

De repente recordé al hombre que me esperaba en casa, y de lo perfecto que es mi relación de más de diez años con él, me apresuré en llegar pronto a casa para verlo. Voy a extrañar ir a ese coffee shop los fines de semana.

9 comentarios:

Café en el Balcón said...

Por que será que en muchas ocasiones nos saltamos el escalón de la amistad y llegamos directamente al flirteo. Bueno en realidad estoy pensando en voy alta. Yo pensé que era raro pero ahora se que me pasa lo mismo que a tí. Tengo fobia social.

Desordenes Personales said...

mace: Que acusación mas vil la tuya, ja ja ja Ojala supiera como coquetear, siempre que lo intenté hice torpezas como tartamudear, o tropezar, o cosas similares…. o peores. Talvez por eso lo dejé de intentar hace años. Soy una Ally McBeal (seguro no sabes quien es), tengo una gran imaginación y pasa de todo en mi cabeza, pero en la realidad, soy una torpe para hablar y actuar a toda prueba. La verdad es que la amistad con personas del sexo masculino me ha sido más fácil y divertida, y les tengo un miedo incontrolable a las mujeres, que en general siempre compiten y “arañan” en lugar de unirse.
Gracias por tu comentario, espero que no sufras de fobia social, no es nada bonito.

Staregirl said...

yo también subrayo y comento los libros, me genera un estrés terrible la vida social, el entusiasmo termina en un "mejor no" quizá los encuentros con extraños nos recuerdan una vez más lo que realmente somos: extraños. ¡saludos!

Desordenes Personales said...

Staregirl: No serías la primera en mencionar que algo tenemos en común. La gente anda diciendo que tu yo.... tenemos problemas.

Aretino said...

Que historia tan tenaz. Sencilla, divertida, profunda y con un giro inesperado. Es mi primera vez por aca y me agrado visitarte. Regresaré una tarde de estas

Unknown said...

Me gustó la historia, y comparto lo que dice @Aretino, con un buen giro al final.

Café en el Balcón said...

Regresando a revisar los comments:

- He de confesar que use el comentario anterior como taburete de psicólogo, hace poco una experiencia poco exitosa con una mujer que creía había encontrado el clic conmigo y por su culpa hable de las mujeres en genereal, mil disculpas :(

- Ally McBeal?, que si la conozco, estuve enamorado de esa mujer en los capítulos que tuve oportunidad de ver, en ocasiones quería ser esa persona con la que viviera sus fantasías, y como olvidar a la chica que cantaba en el bar al que siempre iban.

- La fobia social tal vez no la tengo, pero creo que comienzo a padecerla, en ocasiones sufro de los mismos síntomas al conocer alguien nuevo.

P.S.: ¿de que quieres que escriba para que regresen tus visitas y comentarios a Café en el Balcón?

Desordenes Personales said...

aretino: Gracias por tu visita, me alegro que te haya gustado mi historia. Me alegro de que tengas intenciones de regresar.

Desordenes Personales said...

mace: No te preocupes, prefiero la honestidad en las opiniones, y tu me pareces una persona muy genuina. Gracias por volver, y espero que los cambios en Café en el Balcón sean de gran éxito.

 

Free Blog Counter