1.10.2009

Reflejo Encharcado Entre Mexicanos y Estadounidenses (parte II)

Mi relación con los mexicanos en Estados Unidos, es entonces, distante, pero cordial. Por otra parte, dentro de la sociedad estadounidense, se encuentran varios grupos sociales y aunque tienen similitudes, se comportan y piensan diferente, de la misma manera que sucede en México. Mi vida gira talvez alrededor de la clase media-alta, y como es de esperarse, no siento afinidad con ella. Habita en estas personas una personalidad muy positiva, parece que sus vidas son perfectas, sonríen a conocidos y extraños, visten como para hacerse invisibles, muy parecido unos a otros, tienen un mismo gusto en estilo y marcas, rara vez veo a alguien salir de ese molde.

Las mujeres son una versión moderna de Stepford Wives, la diferencia es que si trabajan mucho en varias actividades, algunas de ellas se dedican a sus carreras profesionales pero también trabajan en su hogar como cualquier ama de casa, el cual SIEMPRE está impecable, y además… son soccer-moms (término para describir a las madres que llevan a sus hijos a varias actividades extra-escolares durante la tarde y fines de semana), son “Super-Women”. De alguna manera tienen tiempo también de ejercitarse y reunirse con las amigas.

Estas mujeres estadounidenses de clase media-alta están tan ocupadas que no tienen ni la menor idea de lo que sucede en el mundo. Cómo se imaginaran, hay un momento que deben añadir a la agenda la visita al psiquiatra debido al continuo stress. La conversación de ellas siempre se enfoca a sus hijos y a lo buenas que son sus vidas, siempre las veo ocupadas, pero muy felices. Yo a este fenómeno de eterna felicidad se lo debo a las “happy pills” que les receta su psiquiatra y de las que ellas hablan entre sí sin censura. Me siento muy diferente a ellas, todas repiten las mismas frases en diferentes circunstancias, en un tono que me parece demasiado falso, como si en realidad fueran robots programados.

El hombre, por su parte, comparte con su pareja exclusivamente la labor de crianza, y claro, es el amo y señor del jardín, y su reino es el garage , donde las herramientas se almacenan y acumulan, siempre limpias, porque tienen un valor de colección más que de uso. Si algo se descompone, siempre llaman a un “profesional” acreditado antes de ponerse ellos mismos “manos a la obra”. Si quieres hacer feliz a un hombre en Navidad o su cumpleaños, las herramientas son algo seguro. Yo la verdad jamás hubiera tenido la ocurrencia de regalarle un desarmador a mi padre.

Como siempre, me es más fácil entablar conversaciones con el sexo masculino, aunque muchas veces el norteamericano me parece intimidante, como si siempre tuviera prisa y algo mejor que hacer por su cuenta. He visto como sus mismas esposas los exasperan, y como las descubren de manera tan casual en sus mentiras, esas mentiras que ellas usan para hacer parecer que sus familias son perfectas. Es casi generalizado el placer que los hombres tienen hacia la caza y las armas como deporte. Para mi la caza, aunque se trate de la pesca, me parece cruel si no es para satisfacer una necesidad primaria, y ellos me ven como bicho raro cuando lo digo, ni siquiera desean defender su punto, se comportan como si yo acabara de decir algo completamente absurdo, sin sentido alguno.

El inicio de una conversación con estadounidenses de mi misma generación siempre empieza igual, primero ellos hablan de sus Spring Breaks o sus vacaciones en las playas de México, para seguir con el tema de la comida mexicana, quieren saber que restaurante en la ciudad tiene la comida auténtica mexicana. Esos minutos de conversación son interminables, sobre todo cuando al volver a encontrarlos, retoman esos temas. Al igual, siempre parece sorprenderles cuando les hablo del México real, porque creen en el México que proyecta Hollywood de ranchitos y burritos y nopalitos, lo cual me hace sentir indignada. Estoy cansada y aburrida de las mismas conversaciones que van en círculos interminables.

En Estados Unidos “Mexican” es un insulto, y ellos no van a insultarme y pecar de racismo, al menos no públicamente, cuando en realidad, es algo de lo que en lo personal estoy orgullosa, aunque en realidad los mexicanos sean mis padres y no yo. Vaya, después de todo, nunca alcanzaré a tener una relación más profunda con ellos. Mi relación con ellos siempre será superficial. Viven admirándose en un espejo, y yo sigo medio encharcada. ▲

1 comentarios:

Karina Velazquez said...

Wow, ahora entiendo tu exasperación. Entre hablar con las mujeres y hablar con los hombres... yo no hablaría con ninguno, jajajaja...

No, ya en serio, es una situación compleja y definitivamente pensar en que abran su mente a otras realidades, um, es difícil.

Una estrategia (que por supuesto sólo alguien muy aventado y sin nada que perder tomaría) sería arriesgarse a explicarles que en otros países también 'gringo' es insulto y tras su previsible indignación, decirles "exactamente así me siento yo cuando ven la palabra 'Mexican' como insulto", ja.

 

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